3 may 2013

1er PREMIO DEL CONCURSO DE CUENTOS DÍA DEL LIBRO 2013: "EL LADRÓN DE SUEÑOS", DE ISABEL ALUSTIZA RAMOS (3º E.S.O.)



Muchas personas a lo largo de la historia han discutido sobre cuál es la fuerza más poderosa del mundo: el amor,  la amistad, la esperanza… los humanos son seres ingenuos por naturaleza, pero yo sé cuál es en realidad esa fuerza capaz de mover montañas  y  abrir mares… el miedo. 
Durante los años me he ganado numerosos nombres como “pesadilla” o “el coco”, este último me resulta sinceramente ridículo,  pero  mi nombre real es Sombra.  Mi  trabajo, aunque agotador, es terriblemente gratificante. Nada puede compararse con  ver  a un niño despertarse  empapado  en sudor  frío.  Sí, ese es mi trabajo, cuando cae la noche y los niños se van a dormir, yo salgo de mi casa dispuesto a eliminar esos asquerosos sueños que se esfuerzan  por llenar  la cabeza de sus huéspedes  de  esperanzas y alegrías.
Esa noche la cosecha había sido realmente buena,  nada menos que 12 niños habían caído en mi trampa. Mientras volvía a casa, encontré una pequeña ventana blanca abierta. Normalmente encuentro las ventanas cerradas, lo cual me obliga a colarme por una rendija o una cerradura, pero cuando encuentras una ventana abierta de par en par es muy difícil desperdiciar la oportunidad de una presa tan  fácil.  Entré en una habitación pequeña,  la luz estaba apagada, con lo cual solo podía distinguir una pequeña cama con dosel en la que dormía una niña. Tendría unos seis años, y era tan pequeña y frágil que parecía que el viento se la llevaría volando. Llevaba unas trenzas tan  largas que  alcanzaban la altura de su cintura, y vestía un camisón  blanco, pero no como los de  las personas a las que veía en los hospitales  cuando buscaba soñadores a los que “atracar”,  sino uno que me recordaba a aquellas princesas que yo tanto aborrecía.  Era la niña perfecta para acabar  mi trabajo esa noche, pero  antes de  poder  empezar con mi  trabajo, la niña abrió unos ojos azules grandes como platos y se quedó mirándome, lo cual era imposible, ya que una de las ventajas de ser una sombra es que los niños no pueden verme.  Yo me preparé para salir por la ventana, esperando que empezaran los chillidos agudos de aquella niña, pero la verdad es que no ocurrió nada de eso.
-¿Quién eres?- me preguntó la niña.
Me quedé helado. ¿Desde cuándo los niños podían verme? Es decir… era la primera vez en trescientos años que alguien me veía. Y, además, me estaba hablando.
-¿Qué haces aquí?- la niña seguía preguntando y yo no tenía ni idea de qué debía hacer.
-¿Eres el monstruo del armario?- por fin un término que yo dominaba.
-Sí,  soy yo. He venido a comerte.
-Tú no puedes ser el monstruo del armario.
-¿Y tú como lo sabes?, ¿acaso le has visto antes?
-No, pero tú pareces bueno, no como mi madre dice que es el monstruo.
Aquello me dejó sin palabras. ¿Parecer? Después de todo, yo no estaba  hecho para ser visto, pero, si aquella niña podía verme… ¿cómo me vería?
-¿Por qué dices que parezco bueno?
-Mi madre dice que se sabe si alguien es bueno o no mirándole a los ojos, y los tuyos me dicen que eres bueno.
-¿Y… de qué color son mis ojos?
-¿Nunca has visto tus ojos?
-No.- me miró con una mezcla de curiosidad  y extrañeza, que me hizo preguntarme una vez más por qué aquella niña no me tenía ningún miedo.
-Son  negros, muy negros,  igual que el carbón.
-Pues los tuyos  son azules.- la niña se rió.
-Ya lo sé.- Nos quedamos callados, mirándonos el uno al otro. ¿Por qué no me había marchado? Yo no era la clase de criatura que hablaba con niñas pequeñas, en realidad, yo ni siquiera hablaba con humanos, pero había algo en esa niña que me hacía quedarme  allí, que me retenía a este lado  de la ventana blanca.
Había una pregunta que me moría por hacerle.
-¿En qué estabas soñando?
-Yo no sueño -me respondió algo confusa.
-Claro que sueñas, eres una niña.
-¿Tú sueñas?
-No, claro que no.
-Si tú no sueñas, ¿Por qué debería hacerlo yo?
-Porque eres una niña, y los niños sueñan, igual que el sol brilla y los pájaros vuelan.
-Pues, si alguna vez he soñado, no lo recuerdo… ¿Y tú sueñas?
-Por supuesto que no.
-¿Y por qué no?
-Porque yo soy una sombra, y las sombras no sueñan, sino que quitan los sueños.
-¿Y para qué quieres los sueños?
-Pues…-¿para qué? ¿Qué tipo de pregunta era esa?, robar sueños era lo que había hecho durante toda mi vida, pero… ahora que aquella pequeña me preguntaba el porqué, me daba cuenta de que posiblemente la única razón para hacerlo era que, simplemente, no sabía hacer otra cosa.
-¿Y no sería mejor robar pesadillas?
-¿Qué?
-¿Por qué quitarles los sueños a los niños, si puedes robar  las pesadillas? Así los niños dormirían mejor y tú tendrías un trabajo aún  mejor. Serías… como un superhéroe de los sueños.
Y por primera vez en mi vida abrí los ojos a la posibilidad de hacer algo nuevo, diferente. ¿Qué había hecho esta niña para convencerme? Tal vez , y solo tal vez, no fuese la niña quien me había convencido, sino la verdad y la certeza de que había algo mejor a la vuelta de la esquina. Desde aquel día, me convertí en un cazador de pesadillas, el mejor (y probablemente el primero) de la historia.
Y así fue como descubrí que, aunque el miedo es una gran fuerza,  la capacidad de dominarlo y, sobre todo, las ganas de vencerlo, son mucho, mucho más poderosas.

Sombra (Isabel Alustiza Ramos, 3º ESO)

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