21 may 2013

CUENTOS CLÁSICOS EN 5º DE PRIMARIA


Esta semana, los alumnos de 5º de Primaria han llenado su biblioteca de aula de cuentos clásicos.  Los hemos leído y hemos trabajado con ellos.  Una de las actividades consistía en comparar distintas versiones del mismo cuento.
Además de lectores, los niños y niñas de 5º se han convertido en escritores para escribir los cuentos desde el punto de vista de otro personaje. Aquí mostramos algunos ejemplos.









Hansel y Gretel desde el punto de vista de la bruja

  
Un día yo estaba en mi casa de caramelo preparando una poción cuando dos niños me molestaron. Entraron en mi casa y por molestarme a la niña le mandé que me limpiara la casa y al niño lo encerré en una trampilla para que aprendieran la lección.

Otro día estaba preparando otra poción y me echaron unos ingredientes tóxicos y así lograron escapar.

Aunque ellos pensaron que al explotar la casa yo estaba dentro, yo había salido por la ventana a unos minutos de que estallase.

Desde aquel día yo empecé a portarme bien con los niños y no volví a construir ninguna casa más de caramelo.



El lobo y los siete cabritillos desde el punto de vista del lobo

Andaba yo un día por el bosque con mucha hambre cuando de repente olí un olor a cabritillo que te mueres... Aprovechando que “doña Mamá” salía de casa, me metí en casa, bueno, lo intenté, engañando a los cabritillos. Metí la pata en un saco de harina y me hice pasa por Mamá; así podría comerme a los siete cabritillos. Menudo banquete que me di… Logré comerme seis cabritillos. El número siete se escondió y no pude encontrarlo.

Cuando llego Mamá, supongo que empezó a llamar a los cabritillos que no aparecieron. El único que no me comí fijo que le contó a “doña Mamá” lo sucedido.

Mientras dormía en la orilla del río, me abrieron la barriga y me sacaron a los seis cabritillos y me los sustituyeron por piedras.

Ya no me comeré a nadie nunca más.


Blancanieves, desde el punto de vista de la Reina

Yo era una bella reina que me casé con un rey viudo y cuidé de su hija Blancanieves. Me gustaba preguntarle a mi espejito quién era la más guapa del reino. Siempre me decía que era yo, pero cuando Blancanieves  creció, la cosa cambió. Mi espejito me dijo que ella era la más guapa.
Me puse triste porque a mí me gustaba ser la más guapa.
Entonces hice unas ricas manzanas y me disfracé de una anciana. Cuando llegué a una preciosa casita, unos animales me mordieron y Blancanieves me ayudó pero yo no me acordaba de que había hechizado una manzana y se la di como agradecimiento. Cuando vi que se desmayaba me fui corriendo, unos enanitos me pillaron y… ¡me tiraron por un precipicio! Fue una muerte injusta. Aunque, bueno, reconozco que lo que hice estuvo mal…


La Cenicienta desde el punto de vista de la madrastra

El día que me casé con mi marido tuve que mudarme de mi linda casita a otra (bueno, la casa de mi marido, que era lujosa, grande etc…). Bueno, como decía, me tuve que mudar a otra casa con mis dos lindas, bonitas y amables hijas. Cuando llegué a la otra casa me di cuenta de que había un problema: mi marido tenía una fea, horrorosa, espantosa y mal encarada hija, llamada Cenicienta. Al poco tiempo de casarme,  mi marido se murió y desde entonces mandé a mi hijastra hacer las tareas de la casa mientras mis hijas y yo nos relajábamos. 
Un buen día me llegó de palacio una invitación para un baile, ¡el príncipe iba a elegir novia! Era la oportunidad perfecta para que una de mis hijas se casara, así que le encargué a Cenicienta que hiciera tres bonitos y perfectos vestidos, pues quería ir bien vestida al baile. El día del baile me fui en carroza al baile pero sucedió algo muy raro: una chica muy guapa y el príncipe dejaron a mis pobres hijitas tiradas. Después, a las doce en punto de la noche la chica se marchó corriendo, el príncipe salió detrás de ella también corriendo y se dio cuenta de que se le había caído un zapato por la escalera (yo no me lo creí ) hasta el día que me enteré que el rey fue por todo el reino probando aquel zapato. Cuando llegó a mi casa, a mis hijas no les valía aquel zapato y me dio mucha rabia. De repente apareció Cenicienta, el príncipe la llamó y se puso el zapato y le encajó perfectamente. En ese momento, apareció ese vestido y los dos fueron a casarse… Desde ese día,  ando buscando un apuesto chico para mis hijas.



14 may 2013

¡ENHORABUENA, HERNÁN!


Nuestra más sincera enhorabuena a Hernán Alonso Díaz, de 2º de ESO, por conseguir quedar finalista provincial en el concurso de relato corto organizado por Coca-Cola. El resto de los participantes también merecen ser felicitados por su esfuerzo y trabajo, pero finalmente el fallo del jurado ha recaído en nuestro imaginativo alumno. 
En breve, publicaremos fotos. 
¡Felicidades al colegio École!

13 may 2013

CUENTO GANADOR DEL DÍA DEL LIBRO 2013 CATEGORÍA B: "NIXON O LA AMARGA IRONÍA", DE INÉS MORENO RÍO


Charlotte Maurin no era una chica muy usual. Entre el picaresco destello de sus ojos y la suave tela de sus manos se podía discernir la melancolía de un arrugado y lacónico anciano, la enorme experiencia de una enmoñada arpista y la chocante personalidad de un todopoderoso dictador.
Todo en ella era excéntrico, extraño... y de alguna forma también (y por ello) exclusivo, único... Sus cejas eran dos grandes rocas calizas cuyos estratos se asentaban sobre el terreno sin desvelar ni un ápice de movimiento. Este detalle, sin embargo, no endurecía su rostro, adornado con dos ojos marcianos y una fina línea rosada que componía los labios.
Los dedos hacían a su vez de boca... Charlotte había decidido tiempo atrás abandonar el vil mundo de los sonidos guturales para sumergirse en otro mucho más relajante, justo... soñado, imaginado, idealizado... pero siempre presente... la palabra escrita. En todas sus versiones, retro y remasterizadas. Trazaba las letras en el aire, la arena, el húmedo barro... Creaba haikus y rascaba las finas cañas de bambú para que estos perviviesen durante tres mil y una eras geológicas a través del viento...
Cuando nadie la veía o acechaba, dejaba fluir un brote de tercos sonidos en un ronco susurro... y reía tonta e histéricamente.
 Se deleitaba con un simple abecedario...
Con sus manos dibujaba historias...
Cada gesto, un capítulo; cada pausa o fin un amargo epílogo.
Y por eso todos la odiaban.
Envidiaban.
Insultaban.
Chillaban.
La conocían como "Charlotte la rara", "la loca" y algún estirado incluso se refería a ella como "la discapacitada de los Maurin".
Ella no escuchaba.
No sentía.
No padecía.
Sus letras la querían... lo sabía por su maleabilidad, aquel ligero rabito  de la "j" y el veraniego ala delta de la "d".
Pero aquella tarde ocurrió algo diferente...
Y con esto me refiero a algo menos mortal y humano que nuestra propia protagonista...
El antiguo edificio de la torre era el espacio de recreo de Charlotte. Allí daba de comer a palomas y murciélagos por igual, se balanceaba sobre las atelarañadas vigas y colgaba bastos papeles adornados con fulgurantes adjetivos del techo.
La fresca piedra de la torre la acogía... y en ella reinaba tanto lo real como lo fantástico.
Esta vez alguien más se encontraba en la guarida.
Las presentaciones no fueron siquiera necesarias...
Se llamaba Nixon. Nixon Stalin.
Él, al igual que ella, amaba las letras.
Enseguida, el chico le tendió la mano...
Ella la aferró y deseó nunca soltarla.
Juntos, nada más...
Brotaron  descabezadas ideas, inventaron inexistentes criaturas, tragedias, comedias, microrrelatos... Cuento, novela, ensayo. Epífora, geminación, calambur...
Antítesis.
Esa noche parpadearon juegos de luces por las almenas y ventanales de la torre...

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Charlotte volvió al día siguiente.
 Y al siguiente.
Y al siguiente.
...
Y juntos tejieron su propia novela.
Ésta era constante.
Cabezota.
Se aletargaba, estancaba y luego seguía.
Con cada fin llegaba un nuevo inicio.
Un paralelismo desacompasado y roto.
El capítulo 5 era igual al 3.
Y el 3 igual al 5.
El mismo mensaje.
La misma historia.
Los mismos personajes.
El mismo cuento.
Una noche no hubo fuegos artificiales dentro de la torre y los sustantivos no bailaron al vals de los adjetivos.
La botella de causa inconclusa.
Charlotte notaba a Nixon diferente.
Más inmortal que de costumbre. Cruel, rudo. Incluso desafiante.
Al tenderle la mano, Charlotte le rozó la punta de los dedos...
Él la miró. Una mezcla de ternura y odio.
Ella lo supo: la amarga agonía.
Y desapareció.
La pared lo gritaba.
Fuera, todos los antes calmados ruidos de la noche se intensificaron.
Charlotte leyó la cruda imprenta.
Por última vez, habló:
-Soledad- murmuró-.


Pseudónimo: Tuerca
Autora: Inés Moreno Río

3 may 2013

1er PREMIO DEL CONCURSO DE CUENTOS DÍA DEL LIBRO 2013: "EL LADRÓN DE SUEÑOS", DE ISABEL ALUSTIZA RAMOS (3º E.S.O.)



Muchas personas a lo largo de la historia han discutido sobre cuál es la fuerza más poderosa del mundo: el amor,  la amistad, la esperanza… los humanos son seres ingenuos por naturaleza, pero yo sé cuál es en realidad esa fuerza capaz de mover montañas  y  abrir mares… el miedo. 
Durante los años me he ganado numerosos nombres como “pesadilla” o “el coco”, este último me resulta sinceramente ridículo,  pero  mi nombre real es Sombra.  Mi  trabajo, aunque agotador, es terriblemente gratificante. Nada puede compararse con  ver  a un niño despertarse  empapado  en sudor  frío.  Sí, ese es mi trabajo, cuando cae la noche y los niños se van a dormir, yo salgo de mi casa dispuesto a eliminar esos asquerosos sueños que se esfuerzan  por llenar  la cabeza de sus huéspedes  de  esperanzas y alegrías.
Esa noche la cosecha había sido realmente buena,  nada menos que 12 niños habían caído en mi trampa. Mientras volvía a casa, encontré una pequeña ventana blanca abierta. Normalmente encuentro las ventanas cerradas, lo cual me obliga a colarme por una rendija o una cerradura, pero cuando encuentras una ventana abierta de par en par es muy difícil desperdiciar la oportunidad de una presa tan  fácil.  Entré en una habitación pequeña,  la luz estaba apagada, con lo cual solo podía distinguir una pequeña cama con dosel en la que dormía una niña. Tendría unos seis años, y era tan pequeña y frágil que parecía que el viento se la llevaría volando. Llevaba unas trenzas tan  largas que  alcanzaban la altura de su cintura, y vestía un camisón  blanco, pero no como los de  las personas a las que veía en los hospitales  cuando buscaba soñadores a los que “atracar”,  sino uno que me recordaba a aquellas princesas que yo tanto aborrecía.  Era la niña perfecta para acabar  mi trabajo esa noche, pero  antes de  poder  empezar con mi  trabajo, la niña abrió unos ojos azules grandes como platos y se quedó mirándome, lo cual era imposible, ya que una de las ventajas de ser una sombra es que los niños no pueden verme.  Yo me preparé para salir por la ventana, esperando que empezaran los chillidos agudos de aquella niña, pero la verdad es que no ocurrió nada de eso.
-¿Quién eres?- me preguntó la niña.
Me quedé helado. ¿Desde cuándo los niños podían verme? Es decir… era la primera vez en trescientos años que alguien me veía. Y, además, me estaba hablando.
-¿Qué haces aquí?- la niña seguía preguntando y yo no tenía ni idea de qué debía hacer.
-¿Eres el monstruo del armario?- por fin un término que yo dominaba.
-Sí,  soy yo. He venido a comerte.
-Tú no puedes ser el monstruo del armario.
-¿Y tú como lo sabes?, ¿acaso le has visto antes?
-No, pero tú pareces bueno, no como mi madre dice que es el monstruo.
Aquello me dejó sin palabras. ¿Parecer? Después de todo, yo no estaba  hecho para ser visto, pero, si aquella niña podía verme… ¿cómo me vería?
-¿Por qué dices que parezco bueno?
-Mi madre dice que se sabe si alguien es bueno o no mirándole a los ojos, y los tuyos me dicen que eres bueno.
-¿Y… de qué color son mis ojos?
-¿Nunca has visto tus ojos?
-No.- me miró con una mezcla de curiosidad  y extrañeza, que me hizo preguntarme una vez más por qué aquella niña no me tenía ningún miedo.
-Son  negros, muy negros,  igual que el carbón.
-Pues los tuyos  son azules.- la niña se rió.
-Ya lo sé.- Nos quedamos callados, mirándonos el uno al otro. ¿Por qué no me había marchado? Yo no era la clase de criatura que hablaba con niñas pequeñas, en realidad, yo ni siquiera hablaba con humanos, pero había algo en esa niña que me hacía quedarme  allí, que me retenía a este lado  de la ventana blanca.
Había una pregunta que me moría por hacerle.
-¿En qué estabas soñando?
-Yo no sueño -me respondió algo confusa.
-Claro que sueñas, eres una niña.
-¿Tú sueñas?
-No, claro que no.
-Si tú no sueñas, ¿Por qué debería hacerlo yo?
-Porque eres una niña, y los niños sueñan, igual que el sol brilla y los pájaros vuelan.
-Pues, si alguna vez he soñado, no lo recuerdo… ¿Y tú sueñas?
-Por supuesto que no.
-¿Y por qué no?
-Porque yo soy una sombra, y las sombras no sueñan, sino que quitan los sueños.
-¿Y para qué quieres los sueños?
-Pues…-¿para qué? ¿Qué tipo de pregunta era esa?, robar sueños era lo que había hecho durante toda mi vida, pero… ahora que aquella pequeña me preguntaba el porqué, me daba cuenta de que posiblemente la única razón para hacerlo era que, simplemente, no sabía hacer otra cosa.
-¿Y no sería mejor robar pesadillas?
-¿Qué?
-¿Por qué quitarles los sueños a los niños, si puedes robar  las pesadillas? Así los niños dormirían mejor y tú tendrías un trabajo aún  mejor. Serías… como un superhéroe de los sueños.
Y por primera vez en mi vida abrí los ojos a la posibilidad de hacer algo nuevo, diferente. ¿Qué había hecho esta niña para convencerme? Tal vez , y solo tal vez, no fuese la niña quien me había convencido, sino la verdad y la certeza de que había algo mejor a la vuelta de la esquina. Desde aquel día, me convertí en un cazador de pesadillas, el mejor (y probablemente el primero) de la historia.
Y así fue como descubrí que, aunque el miedo es una gran fuerza,  la capacidad de dominarlo y, sobre todo, las ganas de vencerlo, son mucho, mucho más poderosas.

Sombra (Isabel Alustiza Ramos, 3º ESO)