Este es el cuento con vida propia que nuestro alumno presentó al concurso y que recibió el primer premio en la categoría B de Secundaria y Bachiller.
Esperamos que os guste tanto como a nosotros.
¡Enhorabuena, Fran!
¿QUÉ ESCRIBIR?
¿Qué
escribir? Ni idea. ¿No se te ocurre nada? No. Todos los años pasa lo mismo. Quieres presentarte al concurso
del Día del Libro, pero no sabes con qué. Te gustaría ganar un premio, sólo que
no sabes cómo conseguirlo. Esto es lo que piensas siempre, cada año. Pero esta
vez va a ser diferente…
Este
año hablaré de ti, cuento. Contaré cómo te voy creando, a dónde te envío y qué
pasará contigo, cuál será tu destino. Así pues, contaré tu historia. Allá voy.
Tú
naciste, o mejor dicho, estás naciendo, ahora. Primero sobre papel, material
sobre el cual te voy dando forma, rellenándote y estructurándote. Lo primero es
elegir el tema. Como has podido comprobar, este año no se me ocurría ninguno,
así que he elegido hablar de ti. ¿Por qué?, te preguntarás. Es muy sencillo:
cada año, la gente presenta sus cuentos, cuentos como tú, de múltiples y
diversos temas, sí, pero nadie habla con su cuento, con su creación. Nadie
cuenta las aventuras y desventuras de su relato. Tan solo se limitan a hablar
sobre un tema, a establecer diálogos y a narrar, pero nunca interactúan con sus
obras. Parecen más interesados por el premio que por el cuento. Yo voy a romper con
esa triste monotonía. No en vano es el Día del Libro y no del premio. ¡Quién sino
tú ha de ser el protagonista en este día tan especial!
Bien,
como iba yo diciendo, tú naciste una tarde de abril del día trece (así que no
me seas supersticioso) del año 2016. Naces en mi casa, concretamente en la mesa
de la cocina. Son ahora mismo las siete y media. Es miércoles. Tengo como plazo
máximo para entregarte el lunes, por lo que tu estancia conmigo será, tan solo,
de cinco días. Qué se le va a hacer…
Volviendo
a tu historia, has de saber que en cuanto estés listo en formato papel, pasarás
a formato digital, donde puede ser que te sientas preso. Espero por tu bien que
no seas claustrofóbico, porque lo pasarás muy mal… ¿Pero, qué estoy yo
diciendo? ¡Si yo soy tu autor y creador! Te voy a hacer claustrofóbico. Fíjate
qué malo soy. Así describiré tus sentimientos, tus emociones, para que esta
gente sepa que los cuentos también sentís y padecéis como ellos.
Decía
Maquiavelo (o dicen que dijo): “El fin justifica los medios”, y yo te moldearé
siguiendo esa famosa oración, siempre teniendo en cuenta que la veracidad de
esta depende de la bondad del fin y de la perversidad de los medios. Mi fin
será que, tanto tu historia como tus emociones, lleguen a todo el mundo que
tenga a bien leerte. Mis medios serán tu sufrimiento y agonía. Dicho de otro
modo, voy a hacer que grites para que así todos te oigan.
De
nuevo sumergido en tu historia, mi querido relato, contaré cómo lo pasarás en
mi ordenador; primero pensarás que te he encerrado y me pedirás desesperado que
te saque, que te libere, mas yo no lo haré, porque sé que luego te darás cuenta
de que eres más libre dentro que fuera de mi ordenador, además de que tendrás
más movilidad en formato digital que en papel. Tú no lo sabrás, pero yo te
envidiaré sanamente por haber hecho algo que yo nunca podré: estar dentro de un
ordenador, verlo todo desde dentro y no desde fuera, en definitiva, por estar
en otro mundo, en otra vida.
Yo
te guardaré como uno de mis documentos, pero tú tendrás la libertad que se te
negó en papel para relacionarte no solo con otros cuentos como tú, sino con
todo tipo de archivos, datos y documentos. Y, por supuesto, con señores libros.
Aunque
la mejor parte (para ti la peor), será cuando te imprima. Es en ese momento
cuando te ves transportado de nuevo al papel, quedando un clon tuyo dentro del
ordenador.
Pero
analicemos detenidamente ese momento. Tu trayecto en la impresora estará
marcado por el miedo, por el miedo a lo desconocido y a no saber qué va a
pasar. Pero luego te encantará que la impresora juegue contigo, que te imprima,
de nuevo una experiencia que yo nunca tendré. Experiencia inolvidable para ti.
Porque, sí, los cuentos también tienen recuerdos.
Una
vez estés de nuevo en papel, impreso, te meteré en un sobre grande y oscuro, no
sin antes haberte firmado con mi pseudónimo y mi curso. Dentro del citado
sobre, estarás cómodo físicamente, ya que tendrás espacio más que suficiente.
No ocurrirá lo mismo psicológicamente, a causa de tu famosa claustrofobia. Es ahí,
en el interior de ese sobre, donde más te agobiarás, donde te subirá la tensión
(sí, los cuentos también tienen tensión), y donde estará a punto de darte un
paro cardíaco. Es también ahí donde te guardaré hasta el momento de la entrega.
Pasarás uno o dos días ahí dentro, pero tranquilo, que no estarás solo, pues
dentro del sobre grande, junto a ti, haciéndote compañía, habrá un sobre más
pequeño cuyo contenido será un papel también chiquitito. Este papel contendrá
el nombre, los apellidos y el curso de tu autor, para que en el hipotético caso
de que tu calidad literaria sea considerada mejor que la de los otros cuentos,
reciba tu autor el reconocimiento que hipotéticamente se merece.
La
entrega se realizará contigo dentro del sobre y, junto a tus acompañantes,
pasarás de mi mano a otra y de un jurado a otro. Estos te mirarán de arriba
abajo, te examinarán y, en definitiva, te leerán, que es para lo que fuiste
creado. Así pues, serás abierto cuando el jurado lo estime oportuno y
competirás, quieras o no, contra otros cuentos.
Y
bien, llegado el final, no hay más que decir: me despido de ti y buena suerte,
mi querido cuento.
Y
ahora, toca ir pensando un tema para el año que viene… Veamos… ¿Qué escribir?